¿Qué es la Discapacidad Intelectual?
La Discapacidad Intelectual se trata de un trastorno que se inicia durante el desarrollo e incluye limitaciones en el funcionamiento intelectual general (razonamiento, resolución de problemas, abstracción, toma de decisiones, planificación, aprendizaje, etc.) y en el comportamiento adaptativo (dificultades significativas en las actividades de la vida diaria). Dichos déficits intelectuales han de ser confirmados por evaluaciones clínicas a través de test estandarizados. A su vez, la definición también señala la importancia e influencia del entorno sobre las capacidades intelectuales, siendo necesaria la adecuación de soportes y apoyos en los distintos ámbitos (escolar, laboral, social, vida diaria, etc.) para la independencia personal.
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Pertenece al grupo de trastornos del neurodesarrollo, pudiendo estar asociada a otro trastorno, síndrome o enfermedad. Actualmente, las guías de clasificación diagnóstica (DSM-V y CIE-11) utilizan como sinónimos los términos de “Trastorno del desarrollo intelectual” y “Discapacidad intelectual”. En esta sección optaremos por utilizar este último.
¿Cómo podemos clasificarla?
Su clasificación se realiza atendiendo al nivel de gravedad, en función de las habilidades adaptativas, lo cual determina a su vez el nivel de apoyos requeridos. A modo general, se establecen los siguientes tipos:
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Leve
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Moderado
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Grave
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Profundo
Ante la imposibilidad de una evaluación del funcionamiento intelectual debido a la edad (menos de 5 años) o por dificultad/inviabilidad, aparecen otras etiquetas diagnósticas de "Retraso global del desarrollo" y "Discapacidad intelectual no especificada", respectivamente. Además, al tratarse de un trastorno que ocurre durante el periodo evolutivo de desarrollo, resulta necesario realizar reevaluaciones a lo largo del tiempo, que permitan analizar el funcionamiento cognitivo y las habilidades adaptativas en las diferentes etapas.
¿Cómo se manifiesta?
Aunque la Discapacidad Intelectual se corresponde con una entidad diagnóstica propia, las manifestaciones clínicas son muy variadas. En algunas ocasiones, cuando está causada por otro trastorno o síndrome, se aprecian en el recién nacido anomalías físicas (como características faciales) o neurológicas. En los casos más graves, se observa un desarrollo motor tardío, con mayor dificultad para rodar sobre sí mismos, sentarse y/o levantarse.
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Sin embargo, la mayoría de niños/as con discapacidad intelectual no presentan síntomas perceptibles inicialmente. Por lo general, el primer problema que notan los padres es un retraso en el desarrollo del lenguaje (lentitud para usar palabras, unirlas y/o hablar con frases completas), que puede afectar al área social (siendo inmaduros en las interacciones con otros). Además, pueden necesitar más tiempo o supervisión para aprender a comer y a vestirse. A menudo, se evidencian las dificultades cuando se accede a la etapa escolar y se observa un enlentecimiento para alcanzar aquello que se espera para su edad. Tienen dificultades en el aprendizaje de habilidades académicas (lectura, escritura, aritmética), en el control del tiempo y/o en el manejo del dinero.
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Pueden presentar dificultades en la regulación de emociones y problemas de conducta (como rabietas), relacionados con situaciones frustrantes. Estos pueden estar provocados por una falta de control de impulsos o una comunicación menos compleja que la de sus iguales, con alteraciones en la percepción o interpretación de claves sociales. Asimismo, les puede costar hacer amigos y/o mantenerlos, mostrándose en ocasiones más inocentes e ingenuos que los niños/as de su edad.