La complicada situación que nos ha tocado vivir estos últimos meses ha hecho que todos nos hayamos tenido que adaptar a un nuevo contexto para el que ninguno estábamos preparados. Es cierto que los grandes cambios ya los hemos experimentado durante la cuarentena, sin embargo, la desescalada no nos puede hacer olvidar la situación en la que nos encontramos, así como tampoco podemos intentar que una vez hayamos superado la fase 3 todo vuelva a ser como antes. Esto nos lleva a considerar la importancia de hacer hincapié en algunos aspectos que debemos tener en cuenta una vez que nos enfrentemos a lo que denominamos “nueva normalidad”.
En entradas anteriores ya os dimos algunas recomendaciones de cara a establecer y mantener rutinas que a día de hoy siguen vigentes. No obstante, conviene que recordemos ciertos aspectos, así como señalar algunas circunstancias a tener en cuenta al enfrentarnos a esta nueva normalidad con niños y adolescentes:
Informar sin sobreexponer. Los niños y adolescentes tienen derecho a saber la situación en la que nos encontramos en cada momento a lo largo de todo el proceso que estamos viviendo. Sin embargo, las noticias que a menudo visualizan por la televisión les satura de información negativa y, a veces, un tanto catastrófica, que pueden llegar a significar una gran fuente de ansiedad y miedo. Por ello, resulta recomendable que reciban la información directamente de los padres, de manera que se adapte el mensaje a las necesidades de cada niño.
No transmitir miedos e inseguridades innecesarios. Los padres son los mayores referentes de sus hijos, especialmente cuando son más pequeños. Por ello, es importante que no se transmita un exceso de miedo e inseguridad ante la situación actual, puesto que los niños son esponjas e interiorizan las emociones y conductas que exteriorizan sus padres.
Conversar diariamente, interesarse por ellos y por sus emociones, permitir que se expresen. Al igual que para los adultos, la situación actual también supone un evento estresante para niños y jóvenes, por lo que debemos dejar que se expresen abiertamente acerca de cómo se sienten ante esta situación. En algunos casos esto puede llegar a ser complicado, ya sea por la dificultad a la hora de poner nombre a las emociones, o por el hermetismo propio de los adolescentes. En cualquier caso, podría ayudar que los adultos dieran el primer paso a la hora de hablar y expresar sus incertidumbres, sin olvidar poner un cariz positivo en todo esto, como podría ser el hecho de pasar más tiempo en familia.
Validar emociones. Los miedos de los niños no son “tonterías”, ni sus preocupaciones son “exageradas”. Ellos también experimentan emociones negativas, aunque no sepan ponerle nombre, o no consigan definir bien el origen de su inquietud. Debemos permitir que los niños y adolescentes se expresen libremente, sin temor a ser juzgados, y escuchar lo que nos transmiten aceptando sus experiencias emocionales y acompañándolos en dicho proceso.
Observar nuestras emociones y conductas. Para cuidar a otros primero debemos cuidarnos a nosotros mismos. Debemos de tomar consciencia de cómo nos sentimos ante esta situación y de cómo nos comportamos al respecto. Es importante disponer de tiempo para uno mismo, que nos permita desconectar de nuestro rol de padres, para que podamos dedicarlo a actividades placenteras.
Dar responsabilidad a los niños. No podemos estar pendientes en cada momento de las acciones de nuestros hijos, puesto que además esto nos supondría una fuente importante de estrés, por lo que debemos otorgarles responsabilidades en la medida de lo posible. Por ejemplo, enseñándoles la importancia de lavarse las manos con frecuencia, o de llevar y cuidar el uso de las mascarillas cuando corresponda. Hay cosas que no les van a gustar, e incluso les va a generar emociones negativas, pero es importante que las hagan y que adquieran responsabilidades.
Evitar el aislamiento y fomentar el contacto social. Las relaciones sociales han cambiado en los últimos meses, pero no por ello dejan de resultar valiosas. Ante esta situación resulta importante que en especial los adolescentes sigan teniendo la sensación de pertenencia al grupo, por lo que las redes sociales en estas circunstancias van a suponer una muy buena herramienta de comunicación si se usan con cabeza. Sin embargo, la nueva normalidad va a permitir que los jóvenes retomen la vida social que habían dejado aparcada, por lo que como padres debemos permitir que esto se lleve a cabo. Para ello deberemos darle la responsabilidad de mantener la distancia personal y evitar besos y abrazos, como ya hemos comentado.
Mantener la rutina. La nueva normalidad no puede permitir que olvidemos llevar a cabo una rutina diaria. Pinchando aquí podéis profundizar en este tema.
Enseñar que aunque podamos salir a la calle, no van a encontrar la normalidad que había previamente. Esto es muy importante, puesto que es fácil caer en el error de que una vez hayamos superado la fase 3, todo volverá a ser como antes. Y lo cierto es que esta nueva fase también requerirá un proceso de adaptación y una serie de condiciones especiales que hará que esta “nueva normalidad” también suponga un desafío. Sin embargo, si queremos disfrutar de nuestra vida fuera de casa sin que nuestra salud emocional se vea gravemente afectada, deberemos dejarnos llevar, cumpliendo siempre las normas, y no estar constantemente hipervigilantes. Por ejemplo, si vamos a un bar no podemos estar todo el rato preocupados por si se habrán cumplido las medidas higiénicas correctamente. A pesar de que pudiera parecer complicado en un principio, la adaptación requiere su tiempo, pero esto no impedirá que podamos disfrutar del verano de una forma diferente.
No olvides que estamos viviendo una situación excepcional, y que es normal que en ocasiones nos veamos invadidos por la incertidumbre. Permítete sentir y tener dudas, pero ante todo actúa con responsabilidad. Porque con el esfuerzo de todos tarde o temprano superaremos esta situación.
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