El concepto de daño cerebral adquirido (DCA) hace referencia a una lesión producida de forma súbita en alguna o varias estructuras cerebrales de personas que han nacido sin ningún tipo de daño, afectando en mayor o menor medida al tejido cerebral.
La etiología del daño cerebral es muy diversa. Principalmente, el DCA puede deberse a traumatismos craneoencefálicos (TCE) o a accidentes cerebrovasculares (ACV), aunque también puede ocasionarse por tumores cerebrales, meningo-encefalitis, infecciones cerebrales, o anoxias e hipoxias, entre otras causas. Mientras que en adultos la principal causa de DCA son los ACV, en población infantil lo son los TCE.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el DCA supone la tercera causa de muerte en el mundo y la primera de discapacidad entre la población adulta. A pesar de que presenta una mayor probabilidad de aparición en personas mayores de 65 años, se estima una incidencia en población infantil de 191/100.000 niños.
Manifestaciones clínicas
Como consecuencia del daño cerebral adquirido pueden verse afectadas una o varias funciones, limitando en mayor o menor medida la vida del paciente. Los déficits tras un DCA pueden ser muy heterogéneos, pues dependen de varios factores como la causa del daño, el área del cerebro implicada, la severidad de la lesión, el tiempo transcurrido desde que se produce la lesión, la edad del paciente, etc. Así pues, entre los síntomas principales del DCA podemos encontrar:
Síntomas físicos y sensoriales: alteración en la bipedestación, el equilibrio, el control postural, la motricidad gruesa y fina, el control de la cabeza, hemiplejía, deterioro visual, deterioro auditivo, etc.
Síntomas cognitivos: déficit en orientación, percepción, atención, concentración, velocidad de procesamiento, memoria y aprendizaje, lenguaje y funciones ejecutivas.
Síntomas emocionales y conductuales: depresión, ansiedad, apatía, irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, labilidad emocional, desinhibición, aislamiento…
Tratamiento
Con respecto al proceso rehabilitador del DCA, es importante tener en cuenta que se trata de un proceso en ocasiones largo, por lo que para que la intervención sea lo más eficaz y eficiente posible es importante que se inicie de forma temprana, que sea holística y de carácter bio-psico-social, continua e individualizada, por lo que va a requerir el trabajo transdisciplinar de diferentes profesionales (neurólogos, neuropsicólogos, fisioterapeutas, terapeutas ocupacionales, logopedas, etc.), con objetivos específicos tanto del propio campo de actuación como de campos ajenos, para que sea más sencilla la generalización de los avances conseguidos en cada rama. Siguiendo esto, las etapas que se establecen generalmente en el proceso de rehabilitación son las siguientes:
Fase crítica: se produce a partir de la aparición del daño cerebral, por lo que se suele desarrollar en el hospital, más concretamente en la unidad de cuidados intensivos, por lo que el principal objetivo aquí es la estabilización y preservación de la vida del paciente.
Fase aguda: el paciente se encuentra neurológicamente estable, por lo que es trasladado a planta en el hospital. En esta fase es necesario comenzar lo más rápido posible la rehabilitación, para aprovechar la plasticidad cerebral y fomentar la recuperación espontánea, por lo que la rehabilitación debe centrarse en la restauración de las funciones alteradas buscando un rendimiento lo más normalizado posible.
Fase subaguda: generalmente el paciente ya no necesita continuar ingresado en el hospital, aunque puede continuar necesitando atención ambulatoria o un centro especializado. Ya ha avanzado significativamente en la rehabilitación, pero se debe continuar con ella con el objetivo de conseguir el máximo nivel de autonomía y funcionalidad del paciente, por lo que, si no se puede lograr la restauración de sus funciones, será necesario compensarlas o sustituirlas.
Fase crónica: el paciente ya está estable neurológica y funcionalmente, por lo que no se esperan cambios significativos, aunque todavía se requiere de una intervención especializada no intensiva con el objetivo de frenar el deterioro y mantener la máxima independencia posible del paciente.
Hay que tener en cuenta que el objetivo fundamental de la rehabilitación es buscar la mayor funcionalidad y autonomía del paciente y de su familia, teniendo en cuenta sus capacidades y aspiraciones de vida, por lo que, si no se puede restablecer la función, será necesario compensarla o sustituirla.
No obstante, en el caso del DCA infantil además hay que tener en cuenta que el cerebro del niño está en constante desarrollo, por lo que dependiendo del momento en el que se haya producido el daño habrá ciertas funciones que todavía no se hayan desarrollado o que estén en proceso, por lo que las posibles secuelas pueden pasar desapercibidas hasta alcanzar los hitos madurativos, momento en el cual se manifieste la afectación del DCA en el proceso evolutivo del niño. Es por ello que, a pesar de no observarse consecuencias en un primer momento, resulta fundamental intervenir a nivel global y realizar un seguimiento desde el principio, aprovechando la neuroplasticidad del cerebro del niño para impulsar correcciones neurológicas, facilitar la normalización de los sistemas cerebrales distorsionados y favorecer una adecuada maduración de sus capacidades.
Referencias bibliográficas
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