Un principio rector de la organización del cerebro es que cada proceso mental, tanto perceptivo, emocional como motor, se basa en distintos grupos de circuitos neuronales especializados dispuestos de forma ordenada y jerárquica con una localización cerebral determinada. Este principio se aplica también al sistema visual.
El ojo capta información en forma de luz dando lugar a imágenes, pero para organizar lo que vemos, nuestro mundo visible, para crear representaciones, el sistema visual necesita mucha más información. Pero, ¿cómo se crea este sistema? ¿de dónde procede esa información añadida necesaria para organizar nuestras representaciones visuales?
Cuando los fotones de luz emitidos por una imagen llegan a la lente del ojo, la lente los enfoca en la retina, donde son captados por fotorreceptores, un conjunto de células que responden a la posición, intensidad y fuente de luz, así como a los colores de luz que emite. Estos fotorreceptores se encargan de transformar dichas señales para que puedan pasar a través de las células de salida de la retina y llegar al sistema visual del cerebro. La retina contiene cuatro tipos de fotorreceptores: los bastones y 3 tipos de conos.
Por un lado, los bastones son mucho más abundantes, cerca de 100 millones respecto a 7 millones de conos. No son eficaces a la luz diurna ni a la artificial, ya que se saturan con la luz, y tampoco transmiten información sobre el color. Son responsables de la visión nocturna y se extienden por áreas periféricas de la retina. Por ejemplo, si miramos inclinando la cabeza o con rabillo del ojo a una estrella, los bastones de esa zona entran en acción y la podremos ver con más claridad.
Por otra parte, los conos son los fotorreceptores encargados de la sensibilidad al color, del contraste y nos permiten ver los detalles. Son los únicos que están en al fóvea, región más sensible a la luz y donde la discriminación es más aguda. Según nos alejamos hacia la periferia de la retina, los conos se encuentran cada vez más espaciados siendo la resolución inferior, sin embargo de ellos depende algo muy importante: la visión periférica. Son responsables de una visión más general, fundamental para apreciar y movernos por el mundo. De los conos se destacan dos funciones esenciales:
La primera respecto al desarrollo del niño. Las investigaciones han demostrado que cada importante adquisición motora nueva (sedestación, gateo, marcha, etc.) requiere a un reajuste de la visión para adaptarse a las nuevas posibilidades. ¿De qué depende? Sí, justo de eso, de la visión periférica. Es curioso observar cómo el bebé al cambiar su forma de desplazarse deja de ver peligros y no es capaz de recurrir a soluciones de las que disponía en la fase anterior del movimiento. La eficacia y consolidación la va a adquirir progresivamente dependiendo de la habilidad motora y las nuevas percepciones facilitadas por la visión del entorno. Es importante, por tanto, tener en cuenta el aspecto visual para el desarrollo psicomotor e integrar este aspecto fundamental y creativo en el trabajo en atención temprana.
Este segundo aspecto se refiere a las emociones. Puesto que la expresión de una cara depende músculos faciales profundos, si se miran de frente, mediante la visión central, pueden quedar desdibujados, ocultos, por detalles sutiles de forma que se hace realidad eso de que los árboles pueden impedir ver el bosque. Es decir, los pequeños detalles de la cara pueden ocultar la expresión, un conjunto que se capta mejor a partir de la codificación de los bordes de la cara, proceso del que se encarga la visión periférica, siendo esta la que aporta mejor información para la interpretación de las emociones.
Actividades para estimular la visión periférica.
Orientación general: Facilitar una posición segura para que pueda moverse por sí mismo en función del desarrollo del momento, de forma que sus ojos y manos estén liberadas. Cuando empiece a desplazarse se le puede dar soporte o ayuda para moverse de forma que aumente el control motor, ya que en ese momento el centro a estimular es la visión y sus representaciones.
Sedestación: Sentados en una esquina, desplazar un objeto de un lado a otro alternativamente estimulándole en su búsqueda a través de sonidos suaves e intermitentes. Se pueden poner fuera de su alcance y progresivamente acercarlo hasta que pueda alcanzarlo.
Arrastre, gateo y marcha: Colocar un objeto en distintos puntos de la habitación animándolos a ir en su búsqueda. Esta actividad se puede complicar si el niño tiene habilidad en el desplazamiento, colocándole pequeños obstáculos a sortear hasta llegar al juguete u objeto de su interés, enseñándole así a calcular y elaborar estrategias. Otras ideas para estimular estas habilidades motoras serían rodar una pelota u objeto fácilmente desplazable y animarle a ir tras él, utilizar cubos para llenar y vaciar o manipular formas apilables de distintos tamaños.
Otras actividades para entrenar la visión periférica dirigidas a niños y adultos:
Expansión del foco visual: Sin apartar la mirada de un punto de referencia central (por ejemplo, un cuadro), relajar y expandir el campo visual, intentando captar todo lo que hay alrededor. Podemos colocar un objeto en algún punto de la visión periférica para intentar localizarlo.
Detectar movimientos: Colocarse frente a otra persona a una distancia de 2 metros y fijar la mirada en su nariz, relajando la vista, mientras el compañero hace movimientos sutiles con los dedos, cambios de postura o gestos para detectarlos.
Punto en libro: Dibujar un punto en el centro de la página de un libro, y tratar de identificar las palabras que hay alrededor de ese punto.
Elementos aleatorios: Llenar una hoja de papel o una pizarra con números, palabras o dibujos de forma aleatoria y trazar un punto en el centro. Sin apartar la vista de ese punto, tratar de identificar todos los elementos.
Lectura piramidal: Comenzar a leer desde la tercera palabra de cada renglón de un texto y pasar al siguiente cuando se haya llegado a la antepenúltima palabra.
Bolas de papel: Colocar una papelera en algún punto de la visión periférica, y sin apartar la vista de un objeto de referencia, intentar encestar las bolas de papel.
Globos: Colocarse frente a otra persona, y sin apartar la mirada de la nariz del compañero, tratar de pasar el globo sin que se caiga.
Memorización de mapas: Observar un punto de un mapa y tratar de memorizar todo lo que haya alrededor, sin apartar la vista de ese punto, para después reproducirlo.
Pasear por calles: Relajar la mirada, intentando ver más allá de los obstáculos que puedan aparecer, y esquívalos prestando atención a la visión periférica.
Deporte: Practicar deporte como el karate, el fútbol o el ciclismo, favorece la expansión del campo visual y la visión periférica.
Referencias
Hubel, D. H. (2000). Ojo, cerebro y visión. EDITUM.
Kandel, E. R., Barberán, G. S., y Gumpert, I. V. (2013). La era del inconsciente: la exploración del inconsciente en el arte, la mente y el cerebro. Paidós.
Valverde, F. (2004). Estructura y organización de la corteza visual primaria. Mente y cerebro, (6), 10-19.
Recurso web: https://www.elartedelamemoria.org/2010/11/11/14-maneras-ejercitar-vision-periferica/
Recurso web: https://medicaloptica.es/blog/como-entrenar-la-vision-periferica/