En la entrada de hoy contamos con una colaboración especial, Ángela Benítez Feliponi, nuestra compañera fisioterapeuta de la Unidad de Pediatría del HUCSC y profesora del departamento de fisioterapia de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Granada. Y es que para poder hablar con propiedad del desarrollo motor qué mejor que una experta en el tema.
Antes de entrar a hablar de la potencialidad cerebromotriz, es necesario aclarar cómo se desarrolla la motricidad. Los estudios relacionados de la motricidad durante muchos años se han basado en la definición del desarrollo motor del niño que se describe con la concepción filogenética: “a medida en que desaparece la motricidad primaria (arcaica) se desarrolla una motricidad automática y voluntaria, al mismo tiempo que ocurre la progresión y la repetición de las experiencias motrices adquiridas”. Los trabajos realizados por Gesell, desde los años 1920, en los cuales ha descrito las etapas del desarrollo psicomotor están basados en este principio.
André Thomas en 1952 con sus publicaciones sobre la motricidad del recién nacido (RN) y del lactante describe, que antes de cualquier aprendizaje existen conductas motrices de naturaleza refleja y automática que las denomina de motricidad primaria con los conocidos reflejos de marcha, de prensión de los dedos de las manos y de los pies, de los puntos cardinales, de extensión cruzada, de Moro, de Galant, de Landau, etc., y que están presentes durante los 2 ó 3 primeros meses de vida. Este concepto implica que estas conductas motrices reflejas deben desaparecer necesariamente para dar paso a una motricidad normal voluntaria y que se automatiza posteriormente, por tanto, si no desaparecen en la edad esperada, podría tratarse de una situación patológica, ocasionando un estado de vigilancia e incertidumbre mientras el niño madura las etapas del desarrollo psicomotor. Este es el soporte de la exploración neurológica clásica y de la intervención terapéutica en el niño con lesión cerebral, que aporta datos subjetivos y no concretos de la capacidad de regulación automática del movimiento a nivel del sistema nervioso central.
Años más tarde A. Thomas refiere en sus investigaciones que algunos de estos “reflejos primarios” no desaparecen, sino que persisten en ciertos lactantes hasta los 7-8 meses. No fue hasta 1980, con las publicaciones realizadas por M. Le Métayer en los RN a término, donde se demostró que aparte de esta motricidad primaria existían aptitudes motrices innatas que no desaparecen y que maduran a lo largo de la evolución del niño. Algunas de ellas son de carácter definitivo, es decir, la respuesta motriz es la misma desde el nacimiento hasta la vida adulta. Por ejemplo, cuando se estamos posicionados en bipedestación, cambiar la posición del cuerpo en el espacio hacía atrás provoca una reacción de equilibrio en la que elevamos los dedos de los pies. Mientras que otras de ellas son de evolución ontogénica, o sea, que maduran con la evolución del sujeto. Por ejemplo, la maduración del control del tronco en las respuestas de enderezamiento sobre el miembro superior ocurre de modo progresivo, iniciándose con apoyo sobre el codo aproximadamente a los 3 meses de edad, y el apoyo completo sobre la mano con el codo en extensión a los 7 meses. Estas respuestas motrices son automatismos innatos que se integran en los programas motores funcionales durante el periodo de maduración que se pueden poner de manifiesto realizando las maniobras apropiadas desde los primeros meses de vida, en el niño mayor y también en el adulto.
El RN y el lactante, antes de cualquier aprendizaje, es capaz de adaptar automáticamente su cuerpo a los cambios de postura en el espacio a que es sometido. O sea, que las respuestas motrices programadas están a la disposición del niño según las demandas del medio exterior. Esta capacidad de regulación automática es lo que se conoce como potencialidad cerebromotriz, que está constituida por una serie de funciones, ¿queréis saber cuáles son? las describimos a continuación.
En primer lugar, la función postural hace referencia a la regulación entre los músculos agonistas y antagonistas presente en todos los movimientos del cuerpo, o sea es la capacidad de que mientras un músculo o un grupo muscular se contrae, otro/s están relajados para permitir el movimiento implicado. Esta es la regulación del tono muscular que repercutirá en la armonía, sincronía y en los encadenamientos realizados entre una postura y otra, como por ejemplo el paso de supino a prono, de sedestación a posición de sirena y a gatas, etc. En estos movimientos intervienen todas las partes del cuerpo: cabeza, cinturas escapular y pélvica, tronco y miembros inferiores.
En segundo lugar, las funciones antigravitatorias participan en la estabilización de articulaciones u otras partes del cuerpo, en oposición a los efectos de la gravedad. Son 4, muy relacionadas entre sí, que actúan a la misma vez en todos los movimientos que realizamos:
Sostenimiento: evita el hundimiento bajo el efecto de la gravedad. Las partes del cuerpo que están en contacto con una base de apoyo envían informaciones aferentes al SNC para prolongar las contracciones musculares, permitiendo de este modo el sostenimiento del cuerpo en un determinado tiempo sin que este se hunda contra la gravedad. Esta cualidad motriz se está incondicionalmente relacionada con el mantenimiento, descrito a continuación.
Mantenimiento: capacidad de mantener sobreelevada una parte del cuerpo situada por encima de un plano de apoyo, durante un tiempo determinado y conservando la postura en el espacio, al mismo tiempo que se sostiene sin hundirse. Un ejemplo de esto sería permanecer sentado en una silla con apoyo en los isquiones y las plantas de los pies, y al mismo tiempo beber agua de una botella.
Enderezamiento: regula la elevación o el descenso del cuerpo a partir de una base de apoyo, como por ejemplo el paso de cuclillas a bipedestación utilizando primero el apoyo sobre los miembros superiores con las palmas de las manos en el suelo, en seguida se endereza sobre los miembros inferiores hasta lograr la bipedestación.
Equilibrio: es la capacidad de reacción del cuerpo con una respuesta compensatoria ante una situación de desequilibrio.
En tercer lugar, la función de locomoción se refiere a los automatismos innatos presentes desde el nacimiento, que permiten unas series de desplazamientos en el suelo, mediante tomas de apoyo sucesivas y encadenadas de la cintura escapular, pelviana, miembros superiores e inferiores, y tronco y cabeza. Estos automatismos son la marcha automática, el volteo y la reptación, que pueden ser provocados con maniobras específicas que inducen estos encadenamientos en el suelo, desde los primeros meses, aunque de forma voluntaria el niño lo hará meses más tarde.
Finalmente, el control voluntario hace referencia a la motricidad intencional que permite la posibilidad de reforzar o moderar las respuestas motrices automáticas referidas anteriormente, al mismo tiempo que los movimientos presentan mayor individualización entre los segmentos corporales, lo que se relaciona con la función de selectividad, o sea, podemos decir que es una capacidad de fantasear los movimientos. En el proceso ontogénico de la maduración, las capacidades de selectividad y de control voluntario se desarrollan alcanzando progresivamente una mayor definición, según la edad del niño/a.
¿Cómo se desarrolla la potencialidad cerebromotriz?
Varios son los factores de que intervienen el desarrollo de la potencialidad cerebromotriz. Se destacan entre ellos:
La maduración del sistema nervioso central perfecciona esta potencialidad, gracias a la plasticidad neuronal.
La capacidad de memorización y regulación del movimiento en el tiempo y en el espacio, y las informaciones que provienen del medio exterior, permiten los aprendizajes gnósicos-práxicos. O sea, la interiorización, el reconocimiento, con la toma de conciencia que permite de forma automática ejecutar los movimientos
La repetición de las experiencias motrices proporciona el ajuste del movimiento intencional.
La relación establecida entre un entorno sociofamiliar adecuado y el niño propiciará que utilice sus capacidades innatas.
Referencias bibliográficas:
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