Durante años el cerebelo se ha asociado exclusivamente a la precisión y equilibrio necesarios para andar y coordinar los movimientos. Sin embargo, en estas últimas décadas se ha puesto en evidencia su participación en el aprendizaje, conducta y afecto, abriéndose líneas de investigación dirigidas a comprender cómo incide en estos procesos y su repercusión no solo en patologías específicas del cerebelo, sino también en trastornos psicopatológicos como el autismo o la esquizofrenia.
El cerebelo se encuentra en la parte posterior del cráneo, debajo del lóbulo occipital del cerebro y conectado por haces de fibras nerviosas con la médula espinal y el resto del encéfalo del que forma parte, junto al cerebro y el tronco encefálico. Está formado por dos hemisferios cerebelosos laterales y una parte central, el vermis.
Se han relacionado zonas concretas del cerebelo con diferentes procesos: el lóbulo anterior más comprometido con las funciones motoras, el vermis con el afecto y el lóbulo posterior con la cognición.
A modo de curiosidad, fue en el siglo XIX, cuando Jean Marie Pierre Flourens demostró que el daño cerebeloso en las palomas no les impedía volar pero afectaba al movimiento de las alas y, por tanto, a la calidad del vuelo. Estudios posteriores permitieron precisar un síndrome asociado al funcionamiento deficitario del cerebelo: el síndrome motor cerebeloso o ataxia, que incluye alteraciones del equilibrio con una marcha inestable, problemas de coordinación de movimientos gruesos y finos, del habla (disartria debida escaso control motor, a veces mutismo) y anomalías oculomotoras que interfieren en el enfoque visual y la estabilidad.
En las últimas décadas estudios neuropsicológicos y de neuroimagen plantean la participación del cerebelo en procesos superiores basadas en la conexión del cerebelo con áreas asociativas y paralímbicas del cerebro, centrales en la cognición y emoción, distinguiendo dos vías principales: Corticopontocerebelosa y Cerebelo-Tálamo-Cortical.
¿Cómo actúa respecto al cerebro?
El cerebelo integra la información procedente de áreas asociativas del cortex cerebral y contribuye a generar respuestas adecuadas a dicha información corrigiendo errores y aportando precisión y automatización a los procesos cognitivos y emocionales de forma similar a como lo hace con el movimiento. Cuando el cerebelo está dañado deja de cumplir esta función moduladora y se produce una discordancia conocida como dismetría cognitiva que implica una distancia entre lo que hay que hacer y lo que se hace. Las afectaciones cerebelosas conllevarían acciones, pensamientos y afectos desajustados, erráticos e inestables.
Schmahmann y Sherman (1998) describieron como resultado de lesiones en el lóbulo posterior del cerebelo deficiencias importantes en la función ejecutiva, procesamiento visoespacial, habilidades lingüísticas y regulación del afecto y concluyeron el síndrome afectivo cognitivo cerebeloso (CCAS). Este síndrome sigue siendo el cuadro neuropsicológico principal del cerebelo tanto en adultos como en niños.
Patologías hereditarias o adquiridas, como malformaciones, ictus, infartos cerebelosos, tumores, enfermedades infecciosas como la cerebelitis y enfermedades congénitas pueden dañar al cerebelo con las secuelas descritas.
¿Cómo participa el cerebelo en los trastornos del neurodesarrollo y psiquiátricos?
Los estudios sugieren una pérdida neuronal o malformaciones en el cerebelo observadas en la esquizofrenia y el autismo, asociando dichas alteraciones a la gravedad de la sintomatología. Se han encontrado hallazgos en otros trastornos como el trastorno por hiperactividad y déficit de atención, la dislexia, así como estudios en niños prematuros que relacionan el cerebelo con alteraciones del neurodesarrollo.
En conclusión, el cerebelo es clave para el control motor, cognitivo y emocional sobre los que ejerce una función de regulación y modulación imprescindible para su adecuado funcionamiento. Si bien no hay consenso en cómo actúa, cada vez se conoce más su implicación y lo mucho que falta aún por conocer.
Bibliografía:
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