Como su propio nombre sugiere, la velocidad de procesamiento hace referencia a la capacidad para procesar estímulos y poner el organismo en acción para responder rápidamente ante ellos. No se trata de una función cognitiva como tal, más bien se trata una propiedad base o característica del cerebro que influye significativamente en el rendimiento del resto de procesos.
Es una característica propia del individuo que se desarrolla durante la infancia y determinará la rapidez que tendrá en la realización de una tarea. Esta rapidez dependerá, a su vez, de otros factores como las características de la tarea (complejidad de la misma o la cantidad de información que haya que manejar para solucionarla), así como de variables personales (motivación ante la tarea, estado de ánimo, práctica, activación/cansancio, etc.) y ambientales (presencia de ruidos o distractores).
Para entender bien este concepto, pensemos cómo funciona un ordenador. Con él podemos hacer muchas cosas como buscar información, hacer trabajos, escribir emails, editar fotos, etc. Poder hacer estas tareas siempre va a depender de lo rápido que funcione el ordenador, de su capacidad de responder con rapidez a lo que pedimos que haga. A veces funciona más lento, y si abrimos muchos archivos y aplicaciones a la vez se satura, e incluso se queda pillado. Pues bien, imaginemos que el cerebro es como un ordenador, las funciones cognitivas serían todo aquello que podemos hacer con el ordenador y la velocidad de procesamiento sería como la CPU (unidad central de procesamiento), que si no funciona bien, ralentizará el funcionamiento del ordenador.
Como mencionamos antes, la velocidad de procesamiento tiene un gran impacto sobre el funcionamiento de otros procesos cognitivos, como la memoria de trabajo, la adquisición de nuevos aprendizajes, la capacidad de razonamiento, las funciones ejecutivas o la atención. Esto hace que influya significativamente en la realización de actividades de la vida diaria, en el rendimiento académico y en la relación con otras personas y en el propio desarrollo emocional.
En el día a día, nos enfrentamos a muchas situaciones en las que tenemos que nos vemos obligados a responder rápidamente, cuando tenemos que coger una llamada de teléfono o al tener que frenar el coche porque vemos un peatón. Cuando una persona presenta lentitud en el procesamiento de la información, es posible que la cantidad de estímulos que procese en una misma cantidad de tiempo sea menor, capte la información de manera incompleta y, en consecuencia, no sea capaz de terminar o realizar eficazmente aquellas tareas limitadas por tiempo. Pongamos un ejemplo, a la hora de "mantener una conversación", si una persona presenta esta lentitud, tardará más en procesar lo que le están diciendo, perderá el hilo de la conversación, captará solo algunas partes del discurso y no comprenderá bien lo que se le está diciendo. Además, le costará más esfuerzo en encontrar las palabras adecuadas para responder.
Cuando la lentitud en el procesamiento se manifiesta en el caso de niños y adolescentes, observamos que tardan mucho tiempo en realizar las actividades básicas diarias (como comer o vestirse), que leen más despacio que sus compañeros y les cuesta más estudiar o que no les da tiempo a responder a todas las preguntas en exámenes. Es frecuente que en estos casos aparezcan además desmotivación y baja autoestima, ya que a pesar de dedicar mucho tiempo y esfuerzo a las tareas, no obtienen los resultados que desearían.
Y os preguntaréis, ¿se puede potenciar la velocidad de procesamiento? La respuesta es sí, sin embargo, es importante tener paciencia ya que los resultados pueden tardar en aparecer. Puesto que presentan más dificultad para adquirir aprendizajes, es conveniente practicar y repetir mucho las tareas, con el fin de automatizarlas para que a la hora de hacerlas, tengan que procesar menor cantidad de información y por tanto tarden menos (por ejemplo en operaciones matemáticas o lectura). Se pueden poner tiempos límite para la realización de ciertas actividades, siempre y cuando esto no les genere frustración o influya negativamente en la percepción de sus capacidades. Para que esto funcione, tenemos que intentar que lo perciban como un reto, en el que estén motivados para disminuir los tiempos gradualmente. Una idea sería crear un registro de "marcas personales" en el que puedan ir apuntando lo que tardan en hacer una actividad, y vean cómo ese tiempo va disminuyendo con el tiempo ("batir records"). Además, en el mercado encontraremos múltiples juegos de mesa que pondrán a prueba nuestra rapidez, como "Speed cups", "Dobble", "Blizt " (fantasma), "Jungle Speed" o "Palabrea".
En próximas entradas os mostraremos otros aspectos y recomendaciones a tener en cuenta con niños y niñas que presentan lentitud en la velocidad de procesamiento.
Enlaces de compra para los juegos:
Speed cups: https://zacatrus.es/speed-cups.html
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Referencias Bibliográficas:
Benítez, Y. R. (2014). Predictores neuropsicológicos de las habilidades académicas.Cuadernos de Neuropsicología, 8(2), 155-170.
Lago, M. R., Lubrini, G., Morales, J. A. P., Sobera, R. V., y Ustárroz, J. T. (2012). 10. Velocidad de procesamiento de la información. Neuropsicología de la corteza prefrontal y las funciones ejecutivas (pp. 241-270).
Ríos-Lago M y Periáñez J. A. Attention and speed of information processing. In Koob G, Thompson RF, Le Moal M, eds. Encyclopedia of behavioral neuroscience. Boston: Elsevier.